Mantra XVII
athedaḿ bhasmāntaḿ śarīram
oḿ krato smara kṛtaḿ smara
vāyuḥ —el
aire vital; anilam—la reserva total de aire; amṛtam—indestructible;
atha—ahora; idam—este; bhasmāntam—después de ser reducido a cenizas; śarīram—cuerpo; oḿ—¡oh Señor!; krato—el disfrutador de todos los
sacrificios; smara—por favor recuerda; kṛtam—todo lo que he hecho;
smara—por favor recuerda; krato—el beneficiario supremo; smara—por favor
recuerda; kṛtam—todo lo que he hecho para Tí; smara— por favor
recuerda.
"Que
este cuerpo temporal sea reducido a cenizas, y que el aire vital se
funda con la totalidad del aire. Ahora, ¡oh, mi Señor!, recuerda por
favor todos mis sacrificios, y debido a que eres el beneficiario último,
por favor recuerda todo lo que he hecho para Ti."
Este cuerpo material y temporal es ciertamente un vestido ajeno. En El Bhagavad-gītā
(2.13,18,30) se dice claramente que la entidad viviente no es
aniquilada después de la destrucción del cuerpo material ni tampoco
pierde su identidad. Su identidad nunca es ni impersonal ni carente de
forma; al contrario, es el vestido material lo que carece de forma y lo
que desarrolla una forma según la forma de la persona indestructible.
Ninguna entidad viviente carece originalmente de forma, tal como piensan
erróneamente los que tienen una poca reserva de conocimiento. Este mantra verifica el hecho de que la entidad viviente existe después de que el cuerpo material es aniquilado.
En
el mundo material, la naturaleza material exhibe una destreza
maravillosa creando diferentes variedades de cuerpos para los seres
vivientes, de acuerdo
con la propensión que tengan a satisfacer sus sentidos. La entidad
viviente que quiere saborear el excremento recibe un cuerpo material
perfectamente adecuado para comerlo: el de un cerdo. En forma similar,
alguien que desea comer carne recibe el cuerpo de un tigre con el cual
puede vivir disfrutando la sangre de otros animales y comiendo su carne.
Siendo la forma de sus dientes diferente, el ser humano no está hecho
para comer excremento o carne, ni tiene deseo alguno de saborear el
excremento, ni siquiera en su etapa más aborigen. Los dientes humanos
están hechos de manera que puedan masticar y cortar frutas y verduras, y
también hay dos colmillos para que se pueda comer carne.
Los cuerpos materiales de todos los animales y hombres son ajenos a la entidad viviente. Ellos cambian según el deseo que tenga la entidad viviente de satisfacer sus sentidos. En el ciclo de la evolución, la entidad viviente muda de cuerpos uno tras otro. Cuando el mundo estaba lleno de agua la entidad viviente aceptó una forma acuática. Luego pasó de la vida vegetal a la vida de un gusano, de ahí a la de un ave, de ahí a la de una bestia y de ahí a la forma humana. La forma más evolucionada es aquella forma humana que puede comprender completamente el conocimiento espiritual. En este mantra se describe la comprensión espiritual más evolucionada alcanzable: se debe abandonar este cuerpo material, el cual será reducido a cenizas, y permitir que el aire vital se funda con la reserva eterna de aire. El ser viviente lleva a cabo sus actividades dentro del cuerpo a través de los movimientos de diferentes clases de aires, conocidos en resumen con el nombre de prāṇa-vāyu. Los yogīs generalmente aprenden a controlar los aires del cuerpo. El alma debe subir de un círculo de aire al otro hasta llegar al brahma-randhra, el círculo más elevado. De ahí el yogī perfecto puede trasladarse a cualquier planeta que desee. El proceso consiste en dejar un cuerpo material y entrar en otro; pero sólo es posible alcanzar la perfección más elevada de esos cambios cuando la entidad viviente es capaz de abandonar por completo el cuerpo material, tal como se sugiere en este mantra. Entonces uno puede entrar en la atmósfera espiritual y allí desarrollar un tipo de cuerpo totalmente diferente - un cuerpo espiritual que nunca tiene que enfrentarse ni a la muerte ni a los cambios.
En
el mundo material la naturaleza material lo fuerza a uno a mudar de
cuerpos debido a los diferentes deseos que tenga de satisfacer sus
sentidos. Estos deseos se representan en las diversas especies de vida,
empezando por los gérmenes hasta los cuerpos materiales más perfectos:
los de Brahmā y los semidioses. Todas estas entidades vivientes tienen
cuerpos compuestos de materia moldeada en diferentes formas. El hombre
inteligente ve la unidad, no en la diversidad de cuerpos, sino en la
identidad espiritual. La chispa espiritual que es parte integral del
Señor Supremo es la misma, no importa que se encuentre en el cuerpo de
un cerdo o en el de un semidiós. La entidad viviente asume diferentes
cuerpos según sus actividades piadosas y viciosas. El cuerpo humano es
muy evolucionado y tiene plena conciencia. Según las Escrituras védicas,
el hombre más perfecto se entrega al Señor después de llevar muchísimas
vidas cultivando el conocimiento. El cultivo del conocimiento sólo
llega a su perfección cuando el conocedor logra entregarse al Señor
Supremo, Vāsudeva.
Sin embargo, si uno no logra saber que las
entidades vivientes son partes integrales eternas de la totalidad, y que
nunca se pueden volver la totalidad misma, tiene que caer de nuevo a la
atmósfera material, aunque haya alcanzado conocimiento sobre su propia
identidad espiritual. Uno en realidad tendrá que caerse aunque se haya
vuelto uno con el brahmajyoti.
El brahmajyoti
que emana del cuerpo trascendental del Señor está lleno de chispas
espirituales que son entidades individuales que comprenden plenamente su
propia existencia. A veces estas entidades vivientes quieren volverse
disfrutadoras de los sentidos, y por lo tanto son puestas en el mundo
material para que se vuelvan unos falsos señores bajo el dictado de los
sentidos. La enfermedad material de la entidad viviente consiste en su
deseo de ser el Señor, ya que bajo el hechizo del disfrute de los
sentidos transmigra por los diversos cuerpos que se manifiestan en el
mundo material. El volverse uno con el brahmajyoti no es
representativo de un conocimiento maduro. Sólo es posible alcanzar la
etapa más elevada de la perfección al entregarse completamente al Señor y
desarrollar la conciencia de servicio espiritual.
La entidad viviente ruega en este mantra
entrar en el reino espiritual de Dios después de abandonar su cuerpo
material y el aire material. El devoto le implora al Señor que recuerde
sus actividades y sacrificios antes de que su cuerpo material se reduzca
a cenizas. Esta oración se hace en el momento de la muerte, teniendo
plena conciencia de los actos hechos en el pasado y también de la meta
final. Alguien que se encuentra completamente bajo el control de la
naturaleza material, recuerda las nefastas actividades que ejecutó
mientras existía su cuerpo material, y en consecuencia recibe otro
cuerpo material después de la muerte. El Bhagavad-gītā (8.6) confirma esta verdad:
yaṁ yaṁ vāpi smaran bhāvaṁ
tyajaty ante kalevaram
taṁ tam evaiti kaunteya
sadā tad-bhāva-bhāvitaḥ
tyajaty ante kalevaram
taṁ tam evaiti kaunteya
sadā tad-bhāva-bhāvitaḥ
“Uno
alcanzará sin falta cualquier estado de existencia que recuerde al
abandonar su cuerpo”.
Así pues, la mente transporta las propensiones del animal moribundo a la siguiente vida. A diferencia de los simples animales que no poseen una mente desarrollada, el ser humano puede recordar las actividades que ocurrieron en su vida que finaliza, como sueños en la noche; por eso su mente permanece sobrecargada de deseos materiales, y en consecuencia él no puede entrar en el reino espiritual con un cuerpo espiritual. Sin embargo, los devotos desarrollan un sentido de amor a Dios al practicar el servicio devocional al Señor. Incluso si el devoto no recuerda, en el momento de la muerte su servicio divino, el Señor no se olvida de él. Se presenta esta oración para recordarle al Señor acerca de los sacrificios del devoto, pero aunque no ocurra ese recordatorio, el Señor no olvida el servicio devocional ejecutado por Su devoto puro.
Así pues, la mente transporta las propensiones del animal moribundo a la siguiente vida. A diferencia de los simples animales que no poseen una mente desarrollada, el ser humano puede recordar las actividades que ocurrieron en su vida que finaliza, como sueños en la noche; por eso su mente permanece sobrecargada de deseos materiales, y en consecuencia él no puede entrar en el reino espiritual con un cuerpo espiritual. Sin embargo, los devotos desarrollan un sentido de amor a Dios al practicar el servicio devocional al Señor. Incluso si el devoto no recuerda, en el momento de la muerte su servicio divino, el Señor no se olvida de él. Se presenta esta oración para recordarle al Señor acerca de los sacrificios del devoto, pero aunque no ocurra ese recordatorio, el Señor no olvida el servicio devocional ejecutado por Su devoto puro.
El Señor describe claramente en El Bhagavad-gītā
(9.30-34) la relación íntima que tiene con Sus devotos: “Incluso si
alguien comete las acciones más abominables, si está consagrado al
servicio devocional, se le debe considerar un santo, pues está
debidamente situado. Prontamente él se torna virtuoso y alcanza la paz
perdurable. ¡Oh, hijo de Kuntī!, declara osadamente que Mi devoto jamás
perece. ¡Oh, hijo de Prithā!, aquellos que se refugian en Mí, aunque sean
de un nacimiento inferior - mujeres, vaiśyas [mercaderes], así como también los śūdras [obreros] - pueden acercarse al destino supremo. ¡Cuánto más grandes son entonces los brāhmaṇas,
los virtuosos, los devotos y los reyes santos que en este miserable
mundo temporal están activos en el amoroso servicio a Mí! Ocupa siempre
tu mente en pensar en Mí y conviértete en Mi devoto, ofréceme
reverencias y adórame. Estando completamente absorto en Mí, ciertamente
vendrás a Mí”.
Śrīla
Bhaktivinoda Thākura explica estos versos de la siguiente manera: “Se
debe aceptar al devoto que se encuentra en el sendero correcto de los
santos, aunque ese devoto parezca tener un dudoso carácter moral. Se
debe tratar de entender el verdadero significado de la expresión 'un
dudoso carácter moral'. El alma condicionada debe obrar con dos
funciones, a saber: la manutención del cuerpo y también la
autorrealización. Para la manutención del cuerpo están la posición
social, el desarrollo mental, la limpieza, la austeridad, la
alimentación, y la lucha por la existencia. La sección de atividades
dedicadas a la autorrealización se cumple cuando uno se ocupa como
devoto del Señor, y también lleva a cabo actividades en relación con
eso. Estas dos actividades diferentes son paralelas entre sí, ya que el
alma condicionada no puede dejar de mantener su cuerpo. Sin embargo, la
cantidad de actividades para el mantenimiento del cuerpo disminuye en
proporción al incremento del servicio devocional. Mientras la proporción
de servicio devocional no llegue al punto indicado, existe la
posibilidad de una exhibición ocasional de mundanalidad, pero se debe
advertir que tal mundanalidad no puede continuar por mucho tiempo
porque, por la gracia de Dios, tales imperfecciones terminarán muy
pronto. Por eso, el sendero del servicio devocional es el único sendero
correcto. Cuando uno se encuentra en el sendero correcto, incluso un
incidente mundano ocasional no obstaculiza su avance hacia la
autorrealización”.
A los impersonalistas se les niegan las facilidades del servicio devocional pues están apegados al aspecto brahmajyoti del Señor. Como se sugirió en los mantras anteriores, ellos no pueden penetrar el brahmajyoti
porque no creen en la Personalidad de Dios. Su interés principal radica
en la semántica, el juego de palabras, y las creaciones mentales. Como
consecuencia, los impersonalistas prosiguen una actividad estéril, tal
como se confirma en el Capítulo Doce de El Bhagavad-gītā (12.5).
Es posible recibir sin dificultad todas las facilidades sugeridas en este mantra
si uno se mantiene en constante contacto con el aspecto personal de la
Verdad Absoluta. El servicio devocional al Señor consiste esencialmente
en nueve actividades trascendentales que ejecuta el devoto: (1) oír
acerca del Señor, (2) glorificar al Señor, (3) recordar al Señor, (4)
servir a los pies de loto del Señor, (5) adorar al Señor, (6) ofrecer
oraciones al Señor, (7) servir al Señor, (8) disfrutar de la amistosa
compañía del Señor, (9) entregarle todo al Señor. Estos nueve principios
del servicio devocional - tomados todos o uno por uno - pueden ayudarle
al devoto a permanecer constantemente en contacto con Dios. De esta
manera es fácil que recuerde al Señor al final de su vida. Los
siguientes devotos célebres del Señor alcanzaron la perfección más
elevada al adoptar solamente uno de estos nueve principios: (1) Mahārāja
Parkṣit, el héroe de El Śrīmad-Bhāgavatam, alcanzó el resultado deseado por oír. (2) Śukadeva Gosvāmī, el orador de El Śrīmad-Bhāgavatam,
alcanzó la perfección por sólo glorificar al Señor. (3) Akrra alcanzó
el resultado deseado por orar. (4) Prahlāda Mahārāja alcanzó el
resultado deseado por recordar. (5) Pthu Mahārāja alcanzó la perfección
por adorar. (6) La diosa de la fortuna Lakṣm alcanzó la perfección
sirviendo a los pies de loto del Señor. (7) Hanumān alcanzó el resultado
deseado por prestar servicio personal al Señor. (8) Arjuna alcanzó el
resultado deseado a través de su amistad con el Señor. (9) Mahārāja Bali
alcanzó el resultado deseado por entregar todo lo que tenía.
En realidad, la explicación sobre este mantra y sobre prácticamente todos los mantras de los himnos védicos se encuentra resumida en los Vedānta-sūtras, y expuesta correctamente en El Śrīmad-Bhāgavatam. El Śrīmad-Bhāgavatam es el fruto maduro del árbol de la sabiduría védica. Este mantra particular es explicado en El Śrīmad-Bhāgavatam,
en las preguntas y respuestas que sostuvieron Mahārāja Parkṣit y
Śukadeva Gosvāmī al mismo principio de su encuentro. Oír y cantar sobre
la ciencia de Dios es el principio básico de la vida devocional.
Śukadeva Gosvāmī cantó El Śrīmad-Bhāgavatam y Mahārāja Parikṣit
lo oyó todo. Mahārāja Parkṣit hizo preguntas a Śukadeva porque éste era
un maestro espiritual superior a cualquier gran yogī o trascendentalista de su época.
La
pregunta principal de Mahārāja Parkṣit fue: “¿Cuál es el deber de todos
los hombres, específicamente en el momento de la muerte?”. Śukadeva
Gosvāmī le contestó:
tasmād bhārata sarvātmā
bhagavān īśvaro hariḥ
śrotavyaḥ kīrtitavyaś ca
smartavyaś cecchatābhayam
bhagavān īśvaro hariḥ
śrotavyaḥ kīrtitavyaś ca
smartavyaś cecchatābhayam
“Todo
aquel que desee liberarse de todas las ansiedades, siempre debe oír
sobre, glorificar y recordar a la Personalidad de Dios, quien es el
director supremo de todo lo que hay, el extintor de todas las
dificultades, y la Superalma de todas las entidades vivientes” (Bhāg. 2.1.5).
La así llamada sociedad humana dedica generalmente la noche a dormir y a tener vida sexual, y el día a ganar lo más que pueda, y si no, a hacer compras para el mantenimiento familiar. La gente tiene muy poco tiempo para hablar acerca de la Personalidad de Dios o indagar acerca de Él. Ellos han descartado la existencia de Dios de muchas maneras, principalmente declarando que Él es impersonal, es decir, incapaz de percibir con sentidos. Sin embargo, en la literatura védica - bien sea en los Upaniṣads, los Vedānta-sūtras, El Bhagavad-gītā o en El Śrīmad-Bhāgavatam - se declara que el Señor es un ser consciente y tiene supremacía sobre las demás entidades vivientes. Sus gloriosas actividades son idénticas a Él. Por lo tanto, uno no debe entregarse a oír y hablar sobre las actividades de los políticos mundanos y los llamados grandes hombres de la sociedad - actividades que son como basura - sino que debe amoldar su vida de manera que pueda dedicarse a actividades divinas sin perder ni un segundo. El Śrī Īśopaniṣad nos orienta hacia tales actividades divinas.
A
menos que uno se acostumbre a las prácticas devocionales, ¿qué
recordará en el momento de la muerte cuando el cuerpo se halle
trastornado?, y ¿cómo podrá orarle al Señor Todopoderoso para que
recuerde sus sacrificios? Sacrificio significa negar el interés de los
sentidos. Hay que aprender este arte usando los sentidos en el servicio
del Señor durante la vida. Uno puede utilizar los resultados de esa
práctica en el momento de la muerte.
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